Con N de Noir

Cartagena Negra

«Rumbosa es la noche, mientras estrellas titilan en el cielo y tú de mis besos escapas como el aire de las olas del mar, aquel que sueltan en la orilla y raudas corren hacia el fondo abandonándolo en la arena, libre, libre vuela hacia no se sabe dónde». Dejo ahí la escritura, en una pausa tal vez infinita. Repaso el montón de libros que debo leer antes de que acabe el verano. Tantos que no sé si me dará tiempo. Luego llega Cartagena Negra y allí recolecto otras tantas lecturas. Después empieza el curso y se van sumando más. Me agobia no tener tiempo de alimentar mi intelecto como debo. Busco las vacaciones que debería tener, tal vez de un año, solo para leer. Vacaciones lectoras. No pensar en nada. Solo leer, leer, leer. Nadie en casa con quien comentar, así cuando pillo a algún amigo o amiga les pongo la cabeza como un bombo. Septiembre es para mí como el inicio del año. La primera semana de recepción de nuevos acólitos en la asociación cultural en la que colaboro, gente nueva, actividades, viajes, conferencias, cine, teatro. Eso, teatro. Ya no solo soy espectadora, ahora también actriz. Lo vivo desde las butacas y también desde el escenario. Te vuelves crítico con todo. Y la segunda semana camino a Cartagena. Una semana de vértigo que parece ser larga y resulta que al siguiente suspiro ha finalizado. Fiel a Cartagena Negra, como a un marido, escuchando atentamente a todos y cada uno de los participantes, soñando lecturas. Hablando con este y con aquella, poniendo en común y sobre todo aprendiendo a tocar los palos de las diferentes escrituras o al menos a escuchar como suenan, igual que una analfabeta musical que ha perdido oído y quiere tocar el piano de forma autodidacta.